sábado, 13 de octubre de 2012

We just kept walking along.

Pierre.

Había pasado ya mucho tiempo desde la última vez que estuve allí. Tal vez demasiado; pero dolía. 
Los recuerdos dolían.
Me dejé caer en el suelo, apoyando la espalda contra el tronco del árbol, deteniéndome a contemplar las sobrecogedoras vistas de la ciudad aquella gélida noche.
Las miles de luces de cada casa y cada farola de Montreal me llegaban hasta mi posición, varios metros por encima de ellas.
Estábamos ya en mayo, pero el frío seguía cortando mis mejillas y haciendo que me estremeciera.
Mayo, nueve de mayo. Apenas sin darme cuenta había llegado ya a los 20 años. Tantos sueños que me quedaban por cumplir... tantos que nunca se cumplirían. 
Suspiré, volviendo la memoria atrás, a esos días donde tenía todo lo que podía querer... donde le tenía a él.

        Yo estaba en mi casa, acababa de ponerme el pijama para irme a la cama tras haberme tirado toda la noche estudiando. Cuando sonó mi teléfono, y miré el reloj. Eran las 3 de la mañana, por lo que sólo podía ser una persona. Lo descolgué, sin ni siquiera mirar la pantalla.
- ¿Dave?
- Pierre...
- ¿Qué ha pasado?
- L-lo ha hecho otra vez...
- Oh, mierda. Joder. ¿Estás bien?
- N... S-sí.
- Ahora mismo voy a buscarte, no te muevas de casa.
- Pierre... no hace falta qu-
Colgué, sin darle tiempo a protestar. 
Con un suspiro volví a ponerme la ropa que había llevado ese día y cogí las llaves del coche de mi padre, bajando las escaleras sin hacer ruido.
En poco más de 10 minutos estaba aparcando frente al porche de la casa de David, donde me esperaba él, encogido de frío en su sudadera, con la cabeza apoyada contra la pared y la mirada perdida. Me bajé del coche, acudiendo a su lado para abrazarle. Le estreché entre mis brazos y comenzó a llorar. Yo le acariciaba el pelo, susurrándole palabras de ánimo, no sé, algo que pudiera reconfortarle. 
Así estuvimos un buen rato, hasta que empezó a calmarse poco a poco.
- M-me prometió q-que no volvería a hacerlo, Pierre -susurró contra mi cuello, aún entre sollozos. Yo le abracé con más fuerza.
- Volverá a hacerlo, David. Y hasta que no lo pares será así, lo sabes. Por mucho que te prometa una y otra vez que esa es la última... no debes creerle. Por favor, no quiero verte así. Es la tercera vez en un mes. Tenemos que... tenemos que contárselo a alguien.
- Yo... no puedo. No puedo denunciarle a la policía. Ya sé que es un cabrón, pero... es todo lo que tengo.
- Me tienes a mí, Dave. Y yo prometo no hacerte daño nunca y cuidar de ti. Pero por favor...
Se quedó en silencio, sin contestarme.
Odiaba aquello. No por el hecho de tener que salir de casa a las tantas de la madrugada; eso era lo que menos importaba. Odiaba verle así. Su padre llevaba pegándole desde que era muy pequeño, pero cada vez bebía más, y las cosas iban a peor. Y David no quería hacer nada para detenerlo, por miedo. Porque no tenía a nadie más, ya que su madre había muerto.
- Dave... -susurré.
- Está bien, me lo pensaré -suspiró.
Asentí, con un suspiro, y miré el reloj. Ya eran casi las cuatro, por lo que poco íbamos a dormir ya.
- Vamos a dar una vuelta con el coche -le dije, tirándole con suavidad de un mechón de pelo.
- Ay, pero Pierre...
- Pero nada. Si no vas a dormir de todas formas. Gasta un poco de tu preciado tiempo conmigo -sonreí levemente, haciendo que se levantase con una media sonrisa de indignación.
Le empujé hasta el coche, con cariño, besándole breve y dulcemente en los labios antes de entrar.

Esa fue la primera vez que estuve en este lugar. David lo vio a lo lejos y me hizo frenar y aparcar el coche. Dijo que aquel sería nuestro sitio especial, y que sólo vendríamos de noche, en días especiales, porque si no dejaba de ser especial.
Me di la vuelta y pude apreciar aún nuestros nombres rayados sobre la corteza del árbol. Sonreí con tristeza, recordando aquella noche. Éramos tan solo unos críos enamorados huyendo de sus problemas. Prometiéndonos un futuro juntos. Construyendo sueños.
Hasta que todo terminó de golpe.
Metí la mano en el bolsillo de mi pantalón para sacar aquella nota tan gastada y arrugada de tantas veces haberla desplegado para leerla.

"Lo siento muchísimo, Pierre. Siento que todo esto tenga que ser así, que las cosas se hayan torcido de esta manera. Siento mandarlo todo a la mierda, una vez más. Siento volver a fallarte.
Pero es que ya no puedo más. Y lo único que hago es perjudicarte a ti constantemente. De verdad siento no haberte hecho caso en su momento, tuve que haberlo parado. Pero no tuve el valor de hacerlo. 
las palizas han ido a más desde que mi padre se enteró de lo nuestro, y mi vida está volviéndose un infierno cada vez peor día a día. No quiero que te haga daño a ti también, Pierre.
Tengo miedo; y sé que es de cobardes lo que voy a hacer. Y de egoístas también. Pero prefiero acabar yo solito con ello antes de que acabe él conmigo. Porque esto tiene que acabar.
Solo quiero que me prometas que vas a ser feliz. Porque te lo mereces, te lo mereces todo. Has estado ahí en las buenas y en las malas, aunque muy a mi pesar han sido más de estas que de las primeras.
Me has enseñado lo que es el amor. Me has enseñado a amar. A tu lado he vivido los mejores momentos de mi vida, y quiero que sepas que gracias a ti puedo decir, a mis 16 años, que no me he perdido nada de la vida, porque tú me has dado todo cuando tenías, y para mí, eso es más que suficiente. Y más de lo que merezco. 
Por eso te doy las gracias, por haberme hecho feliz.
Necesito que sepas que te quiero, Bouvier, como a nadie. Y que todo lo que hago es por ti.
Sé fuerte, sé que puedes.
Para siempre,
David."

Las lágrimas volvieron a descender por mis heladas mejillas una vez más, como cada vez que leía aquella carta. La carta de suicidio de David. Tres años después, y no había día que no la leyera, que no llorase. 
Apoyé la cabeza sobre mis rodillas mientras las abrazaba y contemplaba la ciudad con la mirada perdida.
¿Que qué hacía yo aquí después de tanto tiempo? Volvía a nuestro lugar especial, un día especial, recordando a una persona especial.
Mi único deseo durante todos estos años había sido siempre el mismo. Tan sólo quería volver atrás, pasar un último día con él. Volver a sentir la calidez de sus labios, volver a escucharle pronunciar mi nombre...
Enterré mi cara entres mis manos, con un sollozo.
-¿P-pierre?
Escuché mi nombre, y me sobresalté. Pude sentir mi corazón detenerse durante un momento. Levanté la cabeza lentamente, sintiendo a alguien detrás de mí, sin atreverme a darme la vuelta.
Era imposible.
- Pierre.
Volvió a pronunciar mi nombre. Esto debía ser un sueño, ¿verdad? Me puse de pie, apoyándome en el árbol,  y me giré. 
Mis ojos se clavaron en los suyos, con la sangre aún helada en las venas, y el corazón latiéndome a mil por hora.
- David -fue lo único que conseguí pronunciar.
Mme dedicó una de sus medias sonrisas, mientras yo sentía que iba a desmayarme.
- Feliz cumpleaños -susurró simplemente.
- N-no... no puede ser. Dave, t-tú estabas...
- ¿Muerto? -sonrió, para después bajar la mirada- Lo siento, Pierre.
En ese momento no me importó el resto de su explicación. Corrí a abrazarle, tirándome en sus brazos. Rompí a llorar al instante, desconsoladamente. Era todo cuanto había deseado, que me devolvieran a David.
- Te he echado tanto de menos -murmuré, entre lágrimas.
- Yo a ti también, enano -me besó el pelo.
Esta vez era él quien me tranquilizaba a mí. Y así lo hizo hasta que conseguí dejar de llorar y secarme un poco las lágrimas para mirarle a los ojos.
- ¿Por qué? ¿Por qué me hiciste algo así, David?
- Yo... -respiró hondo- Yo... tuve que hacerte creer que había muerto, porque sabía que si no era así, nunca conseguiría alejarte de mí, Pierre. Por mucho que yo te lo hubiese pedido. Las amenazas de mi padre crecían, y yo no podía soportar la idea de que te hiciese daño a ti también. L-lo siento tanto... -las lágrimas comenzaron a rodar por sus mejillas- Pero tenía mucho miedo.
Le abracé de nuevo, enterrando mi cara en su pecho. Realmente lo había hecho todo por mí. Había sido capaz de renunciar a estar conmigo precisamente para no ponerme en peligro a mí. 
- Pero... Dave... Joder, ¿por qué no me buscaste? Has pasado ya tres años desde aquello...
- Pensé en hacerlo cuando cumplí la mayoría de edad y conseguí que le pusieran una orden de alejamiento a mi padre. Pero había pasado mucho tiempo entonces. Pensé... pensé que habrías olvidado de mí, que habría rehecho tu vida, y que después de todo lo que te había hecho pasar, merecías algo mejor -susurró, mirando hacia el suelo- De hecho hoy tan solo estoy aquí... recordando viejas promesas que pensé que tú no recordarías.
Le hice alzar la mirada.
- Escúchame bien, David Desrosiers, porque hay algo que me parece que se te ha pasado por alto -me miró, expectante- Cuando te dije que te amaba, era para siempre. Cuando te dije que te necesitaba, era en todo momento. Cuando te dije que sería incapaz de olvidarte aunque pasasen 28473682 vidas, lo decía en serio. Cuando te dije que no podría vivir sin ti, era un hecho. Llevo tres años de mi vida perdidos, porque estaba sin ti. Y ahora... ahora me has devuelto la vida. Eres el mejor, y el único regalo de cumpleaños que jamás podría desea-
David no me dejó acabar.
Pegó sus labios a los míos, fundiéndonos en un beso que ambos habíamos necesitado y echado en falta tanto tiempo.
El primer beso en mucho tiempo; el primero de un "para siempre".